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Sobre los canales comunicativos propios

por | Dic 27, 2022 | Comunicación

La existencia de boletines se encuentra estrechamente vinculada a la necesidad misma de comunicar e informarse de una sociedad, tan presente en las páginas del Almanaque del pobre Richard del primer tercio del siglo XVIII como en las resplandecientes pantallas de hogaño. La proliferación de boletines electrónicos y su gran acogida por parte de los lectores en los últimos años permiten a las marcas y cabeceras periodísticas establecer una relación sin intermediarios con sus clientes.

Dos movimientos recientes en dos notables redes sociales evidencian la importancia de contar con un canal comunicativo propio para las empresas.

El primero: la adquisición por parte del empresario Elon Musk de Twitter. Pero también hemos de tener en cuenta la clausura de la cuenta del entonces presidente estadounidense Donald Trump (marcando la existencia de líneas gruesas y el fenómeno de la poscensura).

La red social había acabado en una deriva de funcionalidades e intenciones luego de una década convulsa. No obstante, hasta ese momento era frecuente que cuando un magnate buscase mediar en la opinión pública lo hiciese a través de los medios de comunicación tradicionales. Es el caso del que fue presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, quien compró The Washington Post, un diario centenario con una tirada inferior al medio millón de ejemplares. Esto se contrapone a lo sucedido con Musk: adquirió una plaza pública digital transitada por más de 200 millones de personas.

Luego de cerrarse la venta, y de la noche a la mañana, centenares de trabajadores se vieron obligados a dejar la compañía. A causa de algunas de sus decisiones ciertas funcionalidades dejaron de operar o fueron implementadas aún inmaduras. La verificación vinculada a Twitter Blue es síntoma de esto último. Las marcas comprobaron como sus perfiles eran suplantados y se dañaba su imagen corporativa (la insulina de balde de la farmacéutica Eli Lilly and Company o la rendición ante la superioridad de Coca-Cola de Pepsi). Cualquier perfil suscrito al servicio exhibía al lado de su nombre una marca similar a la de las cuentas verificadas. A consecuencia de esto, muchas empresas contemplaron retirar sus campañas publicitarias y comunicaciones de Twitter.

El segundo: las decisiones abarcadoras de los grandes jugadores tecnológicos y sus repercusiones. Bajo la promesa de una mayor privacidad, Apple puso en manos de los usuarios la autorización para que sus datos pudieran ser rastreados por los desarrolladores. La respuesta binaria ocasionó grandes perjuicios a compañías como Meta (envuelta en crisis reputacionales de gran magnitud y en serios problemas para mantener y captar a sus usuarios en dos de sus servicios estrella), que dependían en gran medida de los ingresos publicitarios. A consecuencia de esto los anunciantes, integrados no solo por grandes corporaciones, sino también por pequeñas y medianas empresas, se encontraron ante un peor y más caro escaparate en el que mostrar sus productos.

En la era de los macrodatos y las redes sociales los boletines pueden llegar a ser una herramienta impermeable a designios veleidosos ajenos, de igual modo que su referente analógico. Las newsletters ayudan a establecer una estrecha relación unidireccional de frecuencia variable con una base de lectores bien segmentada.

En la actualidad, si bien existen proveedores como Mailchimp, Revue (propiedad de Twitter) o Substack, la dependencia frente a terceros agentes al comunicar por medio de boletines se reduce notablemente. Frente a la concepción de vivir de prestado, construir los puentes del mensaje.

Sobre los canales comunicativos propios

por | Dic 27, 2022 | Comunicación

La existencia de boletines se encuentra estrechamente vinculada a la necesidad misma de comunicar e informarse de una sociedad, tan presente en las páginas del Almanaque del pobre Richard del primer tercio del siglo XVIII como en las resplandecientes pantallas de hogaño. La proliferación de boletines electrónicos y su gran acogida por parte de los lectores en los últimos años permiten a las marcas y cabeceras periodísticas establecer una relación sin intermediarios con sus clientes.

Dos movimientos recientes en dos notables redes sociales evidencian la importancia de contar con un canal comunicativo propio para las empresas.

El primero: la adquisición por parte del empresario Elon Musk de Twitter y la clausura de la cuenta del entonces presidente estadounidense Donald Trump (marcando la existencia de líneas gruesas y el fenómeno de la poscensura).

La red social había acabado en una deriva de funcionalidades e intenciones luego de una década convulsa. No obstante, hasta ese momento era frecuente que cuando un magnate buscase mediar en la opinión pública lo hiciese a través de los medios de comunicación tradicionales. Es el caso del que fue presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, quien compró The Washington Post, un diario centenario con una tirada inferior al medio millón de ejemplares. Esto se contrapone a lo sucedido con Musk: adquirió una plaza pública digital transitada por más de 200 millones de personas.

Luego de cerrarse la venta, y de la noche a la mañana, centenares de trabajadores se vieron obligados a dejar la compañía. A causa de algunas de sus decisiones ciertas funcionalidades dejaron de operar o fueron implementadas aún inmaduras. La verificación vinculada a Twitter Blue es síntoma de esto último. Las marcas comprobaron como sus perfiles eran suplantados y se dañaba su imagen corporativa (la insulina de balde de la farmacéutica Eli Lilly and Company o la rendición ante la superioridad de Coca-Cola de Pepsi). Cualquier perfil suscrito al servicio exhibía al lado de su nombre una marca similar a la de las cuentas verificadas. A consecuencia de esto, muchas empresas contemplaron retirar sus campañas publicitarias y comunicaciones de Twitter.

El segundo: las decisiones abarcadoras de los grandes jugadores tecnológicos y sus repercusiones. Bajo la promesa de una mayor privacidad, Apple puso en manos de los usuarios la autorización para que sus datos pudieran ser rastreados por los desarrolladores. La respuesta binaria ocasionó grandes perjuicios a compañías como Meta (envuelta en crisis reputacionales de gran magnitud y en serios problemas para mantener y captar a sus usuarios en dos de sus servicios estrella), que dependían en gran medida de los ingresos publicitarios. A consecuencia de esto los anunciantes, integrados no solo por grandes corporaciones, sino también por pequeñas y medianas empresas, se encontraron ante un peor y más caro escaparate en el que mostrar sus productos.

En la era de los macrodatos y las redes sociales los boletines pueden llegar a ser una herramienta impermeable a designios veleidosos ajenos, de igual modo que su referente analógico. Las newsletters ayudan a establecer una estrecha relación unidireccional de frecuencia variable con una base de lectores bien segmentada.

En la actualidad, si bien existen proveedores como Mailchimp, Revue (propiedad de Twitter) o Substack, la dependencia frente a terceros agentes al comunicar por medio de boletines se reduce notablemente. Frente a la concepción de vivir de prestado, construir los puentes del mensaje.

Sobre los canales comunicativos propios

por | Dic 27, 2022 | Comunicación

La existencia de boletines se encuentra estrechamente vinculada a la necesidad misma de comunicar e informarse de una sociedad, tan presente en las páginas del Almanaque del pobre Richard del primer tercio del siglo XVIII como en las resplandecientes pantallas de hogaño. La proliferación de boletines electrónicos y su gran acogida por parte de los lectores en los últimos años permiten a las marcas y cabeceras periodísticas establecer una relación sin intermediarios con sus clientes.

Dos movimientos recientes en dos notables redes sociales evidencian la importancia de contar con un canal comunicativo propio para las empresas.

El primero: la adquisición por parte del empresario Elon Musk de Twitter y la clausura de la cuenta del entonces presidente estadounidense Donald Trump (marcando la existencia de líneas gruesas y el fenómeno de la poscensura).

La red social había acabado en una deriva de funcionalidades e intenciones luego de una década convulsa. No obstante, hasta ese momento era frecuente que cuando un magnate buscase mediar en la opinión pública lo hiciese a través de los medios de comunicación tradicionales. Es el caso del que fue presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, quien compró The Washington Post, un diario centenario con una tirada inferior al medio millón de ejemplares. Esto se contrapone a lo sucedido con Musk: adquirió una plaza pública digital transitada por más de 200 millones de personas.

Luego de cerrarse la venta, y de la noche a la mañana, centenares de trabajadores se vieron obligados a dejar la compañía. A causa de algunas de sus decisiones ciertas funcionalidades dejaron de operar o fueron implementadas aún inmaduras. La verificación vinculada a Twitter Blue es síntoma de esto último. Las marcas comprobaron como sus perfiles eran suplantados y se dañaba su imagen corporativa (la insulina de balde de la farmacéutica Eli Lilly and Company o la rendición ante la superioridad de Coca-Cola de Pepsi). Cualquier perfil suscrito al servicio exhibía al lado de su nombre una marca similar a la de las cuentas verificadas. A consecuencia de esto, muchas empresas contemplaron retirar sus campañas publicitarias y comunicaciones de Twitter.

El segundo: las decisiones abarcadoras de los grandes jugadores tecnológicos y sus repercusiones. Bajo la promesa de una mayor privacidad, Apple puso en manos de los usuarios la autorización para que sus datos pudieran ser rastreados por los desarrolladores. La respuesta binaria ocasionó grandes perjuicios a compañías como Meta (envuelta en crisis reputacionales de gran magnitud y en serios problemas para mantener y captar a sus usuarios en dos de sus servicios estrella), que dependían en gran medida de los ingresos publicitarios. A consecuencia de esto los anunciantes, integrados no solo por grandes corporaciones, sino también por pequeñas y medianas empresas, se encontraron ante un peor y más caro escaparate en el que mostrar sus productos.

En la era de los macrodatos y las redes sociales los boletines pueden llegar a ser una herramienta impermeable a designios veleidosos ajenos, de igual modo que su referente analógico. Las newsletters ayudan a establecer una estrecha relación unidireccional de frecuencia variable con una base de lectores bien segmentada.

En la actualidad, si bien existen proveedores como Mailchimp, Revue (propiedad de Twitter) o Substack, la dependencia frente a terceros agentes al comunicar por medio de boletines se reduce notablemente. Frente a la concepción de vivir de prestado, construir los puentes del mensaje.

Sobre los canales comunicativos propios

por | Dic 27, 2022 | Comunicación

La existencia de boletines se encuentra estrechamente vinculada a la necesidad misma de comunicar e informarse de una sociedad, tan presente en las páginas del Almanaque del pobre Richard del primer tercio del siglo XVIII como en las resplandecientes pantallas de hogaño. La proliferación de boletines electrónicos y su gran acogida por parte de los lectores en los últimos años permiten a las marcas y cabeceras periodísticas establecer una relación sin intermediarios con sus clientes.

Dos movimientos recientes en dos notables redes sociales evidencian la importancia de contar con un canal comunicativo propio para las empresas.

El primero: la adquisición por parte del empresario Elon Musk de Twitter y la clausura de la cuenta del entonces presidente estadounidense Donald Trump (marcando la existencia de líneas gruesas y el fenómeno de la poscensura).

La red social había acabado en una deriva de funcionalidades e intenciones luego de una década convulsa. No obstante, hasta ese momento era frecuente que cuando un magnate buscase mediar en la opinión pública lo hiciese a través de los medios de comunicación tradicionales. Es el caso del que fue presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, quien compró The Washington Post, un diario centenario con una tirada inferior al medio millón de ejemplares. Esto se contrapone a lo sucedido con Musk: adquirió una plaza pública digital transitada por más de 200 millones de personas.

Luego de cerrarse la venta, y de la noche a la mañana, centenares de trabajadores se vieron obligados a dejar la compañía. A causa de algunas de sus decisiones ciertas funcionalidades dejaron de operar o fueron implementadas aún inmaduras. La verificación vinculada a Twitter Blue es síntoma de esto último. Las marcas comprobaron como sus perfiles eran suplantados y se dañaba su imagen corporativa (la insulina de balde de la farmacéutica Eli Lilly and Company o la rendición ante la superioridad de Coca-Cola de Pepsi). Cualquier perfil suscrito al servicio exhibía al lado de su nombre una marca similar a la de las cuentas verificadas. A consecuencia de esto, muchas empresas contemplaron retirar sus campañas publicitarias y comunicaciones de Twitter.

El segundo: las decisiones abarcadoras de los grandes jugadores tecnológicos y sus repercusiones. Bajo la promesa de una mayor privacidad, Apple puso en manos de los usuarios la autorización para que sus datos pudieran ser rastreados por los desarrolladores. La respuesta binaria ocasionó grandes perjuicios a compañías como Meta (envuelta en crisis reputacionales de gran magnitud y en serios problemas para mantener y captar a sus usuarios en dos de sus servicios estrella), que dependían en gran medida de los ingresos publicitarios. A consecuencia de esto los anunciantes, integrados no solo por grandes corporaciones, sino también por pequeñas y medianas empresas, se encontraron ante un peor y más caro escaparate en el que mostrar sus productos.

En la era de los macrodatos y las redes sociales los boletines pueden llegar a ser una herramienta impermeable a designios veleidosos ajenos, de igual modo que su referente analógico. Las newsletters ayudan a establecer una estrecha relación unidireccional de frecuencia variable con una base de lectores bien segmentada.

En la actualidad, si bien existen proveedores como Mailchimp, Revue (propiedad de Twitter) o Substack, la dependencia frente a terceros agentes al comunicar por medio de boletines se reduce notablemente. Frente a la concepción de vivir de prestado, construir los puentes del mensaje.

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